Quizá pueda sorprender a quien lea esto que, en lo (¿poco?) que llevo de vida, me he ganado algunos enemigos irreconciliables. Sí. Enemigos. Como en las novelas o en los cómics.
El caso es que volví a visitar la página del primero de ellos. Hacía tiempo que nuestras disputas habían terminado (mi carácter y mis ideas le habían aparcado en la cuneta tiempo atrás). Leí sus últimas noticias para ver, tras años de no saber de él, qué había sido de su vida, en qué la empleaba, cuáles eran sus proyectos. Su última anotación era de hacía unos tres meses. En ella relataba como su vida seguía igual de disoluta de lo que yo recordaba. Promesas de un trabajo mejor que no llegaban, esperanzas ahogadas en el esperar vacío de una pantalla de ordenador. Un juego online casi había destruido la relación con la chica con la que convivía, la cual, también era ahora adicta. Dividido por su deseos, entre conseguir un trabajo, volver a casa para afrontar una oposición lejos de su amada o intentar sobrevivir en la ciudad con ella, la entrada se cerraba con una afirmación patética, que ponía de manifiesto su inmovilidad: "Parece que lo único que puedo hacer es conectarme y rezar porque alguien me coja en una party, o hacer bricolaje casero". Al leer eso, pensé que ya no podía haber ninguna enemistad entre nosotros. No porque de repente sintiera empatía por ese pobre diablo, que no la sentía, sino porque todo lo que nos separó en el pasado ahora era sólo un gesto de conmiseración y de lástima. Y un reflejo de que todos tenemos nuestro propio infierno particular.
El caso es que volví a visitar la página del primero de ellos. Hacía tiempo que nuestras disputas habían terminado (mi carácter y mis ideas le habían aparcado en la cuneta tiempo atrás). Leí sus últimas noticias para ver, tras años de no saber de él, qué había sido de su vida, en qué la empleaba, cuáles eran sus proyectos. Su última anotación era de hacía unos tres meses. En ella relataba como su vida seguía igual de disoluta de lo que yo recordaba. Promesas de un trabajo mejor que no llegaban, esperanzas ahogadas en el esperar vacío de una pantalla de ordenador. Un juego online casi había destruido la relación con la chica con la que convivía, la cual, también era ahora adicta. Dividido por su deseos, entre conseguir un trabajo, volver a casa para afrontar una oposición lejos de su amada o intentar sobrevivir en la ciudad con ella, la entrada se cerraba con una afirmación patética, que ponía de manifiesto su inmovilidad: "Parece que lo único que puedo hacer es conectarme y rezar porque alguien me coja en una party, o hacer bricolaje casero". Al leer eso, pensé que ya no podía haber ninguna enemistad entre nosotros. No porque de repente sintiera empatía por ese pobre diablo, que no la sentía, sino porque todo lo que nos separó en el pasado ahora era sólo un gesto de conmiseración y de lástima. Y un reflejo de que todos tenemos nuestro propio infierno particular.
Suena: Trobar de Morte - Atalaya de ses animes.
1 comentario:
Apreciado JQ-Cisne Negro:
Quizá te sorprenda a ti que no me sorprenda.
He comprobado que las personas que tienen alguna profundidad personal, como tú, despiertan desde recelo hasta franco y abierto odio en muchas personas llanas, superficiales y mediocres.
Publicar un comentario