Conversaba con un viejo amigo con el que coincidí en el trabajo. Se casa dentro de medio año. Lleva seis años con su novia, ella en Córdoba, -o Granada, no recuerdo- y él aquí todo este tiempo. Al final, ella vendrá a vivir con él a esta isla muerta. Pensé en mi caso. Casi ocho años más o menos de lo mismo, pero con la diferencia de que la historia no tuvo el mismo final. Ella era como la protagonista de Chocolat o de Titanic, su destino no era volver para vivir una vida tranquila. La fortuna le tenía reservadas cosas más grandes, o eso pensa(ba)mos. No podía quedarse aquí, como una planta a la que la maceta se le queda pequeña. Tenía que volar. Supongo que no tenía por qué anteponer lo que sus seres queridos hubieran querido a su voluntad, y eso es lo que hizo. Al fin y al cabo, qué más tenemos aparte de esta vida. Llegados a este punto, me gustaría citar unos versos de José María Álvarez que son el equivalente a la expresión mallorquina "bon viatge faci la cadernera", pero nunca consigo encontrar el maldito poema.
Suena: Andrew Tibbs - "Bilbo is dead".
1 comentario:
Un trago, apañero
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