Mientras nos adentrábamos en el crudo invierno, la ciudad se iba enfriando, y al mismo tiempo distanciando de mí. Las distintas estaciones nos hacen descubrir una nueva ciudad en sus respectivos pasos, y el invierno no es excepción. El frío impenitente se hace afilado. Me recuerda al de Madrid, por lo nuevo que resulta sentirlo tan intolerable, tan fuerte. Y Madrid me recuerda a ella... Pero eso debo dejarlo aparte, o será peor.
La ciudad, pues, se enajena, se hace extraña. Salgo del coche, me ciño la cazadora, y de mi brazo van fantasmas que enmudecen cuando me vuelvo a mirarlos. Cruzo un gran paso de peatones, rodeado de luces de navidad, escaparates, coches impacientes. No parece Palma. Parece otra urbe despiadada. Me pregunto si no sería mejor vivir en el campo, y no ver esas caras grises, esas personas sin alma, esa ciudad que agoniza como una puta pasada de heroína. Pero no estoy hecho para el campo. Tampoco para esta metrópoli que, cuando quiere, se deshumaniza como una maldita sirena ahogamarineros.
(Estamos llenos de silencios, de secretos, de rencores, de soledad. De palabras que omitimos por pereza, por hipocresía o por conveniencia. Una a una, a medida que la madrugada avanza, las ventanas se van apagando hasta que no soy más que un faro que alumbra a las infinitas tinieblas que me rodean. Estoy solo. Esto era vivir. Hoy os odio a todos sin excepción.)
Suena: Tom Waits - God´s away on business.
3 comentarios:
Pues nada hombre, muchas gracias de mi parte. Q bonito es sentirse odiado...
Vale. Lo siento. Era sólo literatura. Es sólo que me han pasado algunas cosas y prefiero no aparecer. No me conectaré en un tiempo (el messenger quiero decir). Estoy ahí, pero no quiero hablar con nadie.
Mmmm, vaya. Pues cuando quieras hablarlo dime cosas y quedamos. Ok?
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