5.6.09

Vida en los libros

Nos llamaron porque había que vaciar la casa de Luis. No era plato de buen gusto para nosotros, especialmente para E., pero yo veía que era algo necesario: si no nos llevábamos todos los libros que pudiéramos, se perderían. La universidad no se hacía cargo de ellos (es una vergüenza infame que la facultad donde tantos años trabajó Luis no tuviera los santos cojones de poder acoger, no una biblioteca de saldo, sino el fondo de un profesor de universidad...) y los nuevos propietarios de la casa no querían nada de lo que hubiera dentro cuando entrasen.
Cuando llegamos y entramos en su biblioteca, confieso que me temblaron las piernas. Era una sensación muy extraña ir recogiendo los libros, pensando en cuánto le debió haber importado todo aquello a Luis. Emocionado, E. no pudo evitar echarse a llorar : Había encontrado el libro que le regaló tras su viaje a Istambul. Yo encontré el trabajo que M. y yo le hicimos hace diez años sobre Calvin y Hobbes y que fue el germen de tantas cosas. Cogimos todo lo que pudimos, primero selectivamente y luego ya sin mirar, cada vez más convencidos de que estábamos preservando algo mucho mayor que nosotros.
Al volver a casa y descargar todas las cajas y bolsas de libros, los fui revisando uno por uno, y un cúmulo de sensaciones me invadió. Tristeza, por todo lo que la situación implicaba; alegría, al volver sobre los recuerdos gratos de algunos libros, algunos autores; una mezcla de pena y nostalgia al constatar que algunos de aquellos mismos libros que él nos había traído en clase hace ahora unos siete años, estaban ahora ahí, entre mis manos (quién me lo habría dicho en ese momento...), y la sensación de tener en casa un pequeño tesoro. A medida que hacía pilas y pilas de libros, sin saber muy bien cómo los podría tener en casa, me sentía como un personaje de Paul Auster, tremendamente afortunado por poder ahora guardar el legado de Luis en forma de pasión impresa. Organizados por materias, había literatura hispanoamericana, un gran fondo de Rubén Darío (ediciones de los años 20 de sus obras), del que era experto; literatura italiana, literatura inglesa, clásicos de aventura, sección de espiritualidad, cómic y teoría del cómic... Toda una vida en libros.
Me asalta la idea de leer cada uno de ellos, hasta completar el total, a sabiendas de que, al haber leído lo que Luis, algo más de él quedaría en mí.

Suena: Manolo García - Una tarde de sol.

4 comentarios:

Medusa Dollmaker dijo...

No se debería desperdiciar la oportunidad de tener tesoros como estos. La facultad... en fin.
Siento que se os haya hecho duro, debe serlo. Ánimo. Todo eso vive ahora en vosotros.

Rorschach dijo...

Seguro q se siente orgulloso al ver quien ha recogido su legado

Laura Rodríguez Castillo dijo...

Sí, yo tb. pienso que él ha tenido la suerte de que vosotros estéis ahí para "heredar" su biblioteca; has encontrado un tesoro y ahora tienes la misión de custodiarlo el resto de tu vida.

mOntse dijo...

me sap greu lo del teu profesor... però ha de ser emocionant poder llegir tota la muntegada de llibres que li van pertànyer, així penso que encara que s'hagi marxat, una part d'ell sempre restarà a la teva memoria :)

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