De las relaciones sentimentales más o menos estables que he tenido, la que tuve con Ll. es la única en la que he podido tener un reencuentro cordial transcurrido el tiempo. Fue algo breve, hermoso e indefinido. Ll. fue lo único que me aportó Orkut, la protored social que Google adquirió hace tiempo y que fue un fracaso, pero cuyo devenir quizá abrió la puerta a éxitos como Facebook (ahora Orkut está abandonado como un barco que fue abordado por piratas y quedó a la deriva en un mar sin mareas). Allí la conocí y una cosa llevó a la otra. Recuerdo una conversación muy larga que tuvimos por teléfono, cuando tuvo que ir al médico de urgencias y no tenía nadie que la acompañara. Me encantaba su catalán con acento de Castelló, ese valenciano tan dulce y lleno de castellanismos. Ll. era toda júbilo y vitalidad, me reía muchísimo con ella. Ahora vuelvo a recordar esos viajes y me viene a la mente la timidez con la que nos vimos en el aeropuerto, la conversación nerviosa en el tren y en el metro, el titubeo a la hora de irnos a dormir en la minúscula cama de su piso. Pero lo que más recuerdo de ella es su eterna sonrisa, una sonrisa que me hechizaba por su persistencia. A veces le preguntaba por qué me sonreía tanto; ella no sabía la respuesta. Quizá era que, simplemente, era feliz. Me quiso regalar un dibujo que hizo, pero no lo acepté, pensé que era demasiado bonito como para quedármlo. En cambio, le pedí una foto que tenía en su habitación; en esa foto no podía tener más de dieciséis años, pero estaba preciosa. Aún la guardo en alguna parte. Ella se quedó con mi camiseta de Silver Surfer y a veces me decía que aún conservaba el olor que le recordaba a mí.
Con Ll. sospecho que no supimos amarnos a tiempo; ella estuvo enamorada de mí, pero cuando yo me di cuenta, ella ya no sentía lo mismo por mí. La última visita que le hice fue bastante fría, y el fin de nuestra relación fue algo abrupto y frustrante, porque simplemente cesó. Tuve tiempo para pensar qué había pasado, y llegué a esa conclusión: un lamentable caso de desincronización. Pero de ella -y de ello- ya hablé al principio de este blog en alguna ocasión, no es cuestión de repetirme.
Volví a ver a Ll. este verano. Estaba de paso por la isla y quedamos para tomar un café. Los dos, desde la perspectiva que da el tiempo, ambos con una nueva pareja, pudimos hablar sin rencores, sin recriminaciones. Había viajado, había madurado, estaba muy guapa. Fue bonito reencontrarnos así y poder hablar con tranquilidad y con buenos sentimientos de lo que ya es un capítulo cerrado de nuestra vida. Y brindar por aquellos días, the beautiful bygone years.
Con Ll. sospecho que no supimos amarnos a tiempo; ella estuvo enamorada de mí, pero cuando yo me di cuenta, ella ya no sentía lo mismo por mí. La última visita que le hice fue bastante fría, y el fin de nuestra relación fue algo abrupto y frustrante, porque simplemente cesó. Tuve tiempo para pensar qué había pasado, y llegué a esa conclusión: un lamentable caso de desincronización. Pero de ella -y de ello- ya hablé al principio de este blog en alguna ocasión, no es cuestión de repetirme.
Volví a ver a Ll. este verano. Estaba de paso por la isla y quedamos para tomar un café. Los dos, desde la perspectiva que da el tiempo, ambos con una nueva pareja, pudimos hablar sin rencores, sin recriminaciones. Había viajado, había madurado, estaba muy guapa. Fue bonito reencontrarnos así y poder hablar con tranquilidad y con buenos sentimientos de lo que ya es un capítulo cerrado de nuestra vida. Y brindar por aquellos días, the beautiful bygone years.
Suena: Joan Manuel Serrat - Mediterráneo.
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